El clavo oxidado
En un rincón de la cocina, junto al enorme horno, un viejo clavo oxidado sobresalía de la pared. Parecía que llevaba allí muchos años. Cuando Cecilia, una abuela de cabello canoso, no estaba en la cocina, su delantal colgaba seguro de ese c ...lavo. Cada vez que entraba en sus dominios, enseguida echaba mano a su usado delantal y se lo ataba alrededor de la cintura. Estaba gastado y descolorido por años de uso. Manchas de chocolate y aceite cubrían los grandes bolsillos del frente.
Cecilia tenía docenas de delantales. Algunos eran de un solo color y otros eran estampados de colores brillantes. Muchos aún tenían la etiqueta de la tienda. Todos se veían mucho mejor que el que colgaba del viejo clavo oxidado. Cuando su nieta le preguntó por qué prefería más el viejo, le respondió que era un delantal especial porque se lo dieron con amor. Nunca explicó por qué era tan especial, pero el amor que simboliza era evidente.
Hace muchos años, unos viejos clavos oxidados sujetaron a Jesucristo a la cruz. La necesidad de un sacrificio fue lo que le llevó allí. Su amor por sus hijos lo mantuvo allí. El Rey de reyes quedó reducido a un hombre abatido y golpeado al ponerle una corona de espinas sobre su cabeza. Y cuando los clavos oxidados traspasaron sus manos, lloró. Se enfocó en su amor por nosotros y en su capacidad de proveer el supremo sacrificio de amor. Se desgastó, mucho más que el viejo delantal. Las manchas de sangre cubrían todo su cuerpo cuando exclamó: “Todo se ha cumplido” (Juan 19:30).
Al tercer día, en la resurrección corporal de Jesucristo, de la tumba se lavaron las manchas. Las cicatrices que causaron los viejos clavos oxidados seguían visibles en las palmas de sus manos. Esas cicatrices representan un tipo de amor que nunca podemos comprender en su totalidad, pero el amor de Dios es evidente mientras sostiene a todos sus hijos cerca de su corazón.
Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Juan 15:9
Cecilia tenía docenas de delantales. Algunos eran de un solo color y otros eran estampados de colores brillantes. Muchos aún tenían la etiqueta de la tienda. Todos se veían mucho mejor que el que colgaba del viejo clavo oxidado. Cuando su nieta le preguntó por qué prefería más el viejo, le respondió que era un delantal especial porque se lo dieron con amor. Nunca explicó por qué era tan especial, pero el amor que simboliza era evidente.
Hace muchos años, unos viejos clavos oxidados sujetaron a Jesucristo a la cruz. La necesidad de un sacrificio fue lo que le llevó allí. Su amor por sus hijos lo mantuvo allí. El Rey de reyes quedó reducido a un hombre abatido y golpeado al ponerle una corona de espinas sobre su cabeza. Y cuando los clavos oxidados traspasaron sus manos, lloró. Se enfocó en su amor por nosotros y en su capacidad de proveer el supremo sacrificio de amor. Se desgastó, mucho más que el viejo delantal. Las manchas de sangre cubrían todo su cuerpo cuando exclamó: “Todo se ha cumplido” (Juan 19:30).
Al tercer día, en la resurrección corporal de Jesucristo, de la tumba se lavaron las manchas. Las cicatrices que causaron los viejos clavos oxidados seguían visibles en las palmas de sus manos. Esas cicatrices representan un tipo de amor que nunca podemos comprender en su totalidad, pero el amor de Dios es evidente mientras sostiene a todos sus hijos cerca de su corazón.
Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Juan 15:9
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