De la música al luto: lo que se nos fue con Jet Set
Hay momentos en los que un país entero se detiene.
Momentos donde el silencio pesa más que el bullicio,
donde no hay palabras suficientes para narrar lo que sentimos,
y donde no queda otra opción que doler.
Eso somos hoy:
una nación en duelo.
Un pueblo partido por dentro.
Lo que ocurrió la madrugada del martes 8 de abril en la discoteca Jet Set no es solo una tragedia más.
Es una herida abierta en la memoria colectiva.
El colapso de un símbolo.
Una grieta que se abrió en lo alto…
y que cayó con fuerza brutal sobre lo cotidiano.
Porque no han sido solo 113 muertos.
No han sido solo 250 heridos.
Son los nuestros.
Gente que salió a bailar.
A celebrar.
A vivir.
Y no regresó.
Lo que se perdió esa noche no fueron solo cifras.
Fueron historias.
Vidas.
Futuro.
Se perdió la rutina de un lunes alegre,
los aplausos al artista que siempre volvía,
la risa compartida en una mesa,
la canción favorita que justo estaba por comenzar.
Se perdió algo de todos nosotros.
Y por eso duele tan hondo.
Y duele más cuando, en lo más íntimo,
sabemos que esto se pudo evitar.
En 2023, ya había señales.
Un incendio encendió las alarmas.
¿Se investigó? ¿Se reforzó?
¿Se protegió a quienes cada semana confiaban su vida en ese espacio?
No tenemos todas las respuestas.
Pero sabemos que el lugar siguió funcionando.
Y sobre un techo debilitado —dicen— se colocaron aires, plantas, luces…
peso.
Demasiado peso.
Y entonces colapsó.
No por sorpresa.
No por una fuerza mayor.
Colapsó por negligencia.
Y esa es la verdad que más cuesta aceptar.
Porque detrás del polvo y los escombros hay decisiones.
Permisos que se dieron.
Controles que tal vez no se ejercieron.
Voces que, quizás, fueron ignoradas.
Y ahora estamos aquí.
Rotos.
Dolidos.
Buscando sentido entre las ruinas.
Y sintiendo que, otra vez, la vida fue tratada como algo secundario.
El presidente ha decretado duelo nacional.
Las banderas ondean a media asta.
Pero el verdadero luto va más allá de un decreto.
Está en cada casa donde alguien falta.
En cada abrazo interrumpido.
En cada canción que ya no suena igual.
Y la pregunta es simple, pero contundente:
¿Seremos distintos después de esto?
No podemos cambiar lo que pasó.
Pero sí podemos decidir qué haremos con lo que aprendimos.
Podemos exigir respuestas reales.
No excusas.
Podemos pedir nombres.
No comunicados.
Podemos convertir este dolor en una voz colectiva.
Y esa voz en presión.
Y esa presión en acción.
Porque si no lo hacemos, si dejamos que esto se enfríe como tantas veces,
si volvemos a mirar hacia otro lado…
entonces lo habremos perdido todo dos veces.
Hoy, República Dominicana está de luto.
Y tiene razones para estarlo.
Pero también tiene razones para despertar.
Para hablar.
Para actuar.
Y esta vez, que no se nos olvide.
Porque el techo que cayó esa noche… nos cayó a todos.
Eso está más que excelente 👏🏼 este blogspot.
ResponderEliminarSiempre dando en el punto con palabras acertadas y realistas. Esta tragedia tiene a todos impactados y con el corazón arrugado. 💔🇩🇴🥲