Cobertura sin cuidado: la otra cara del anuncio educativo

A propósito del anuncio del Ministerio de Educación sobre la ampliación de cobertura para niños y niñas de 3 y 4 años en el sistema educativo público a partir del ciclo escolar 2025–2026, se ha despertado un debate necesario sobre lo que implica verdaderamente abrir las puertas del aula a la primera infancia.

El acceso temprano a una educación de calidad está vinculado a mejoras en el desarrollo cognitivo, emocional y social. Pero el acceso, por sí solo, no garantiza los resultados esperados.

Desde la psicología del desarrollo, los primeros años de vida son una etapa particularmente sensible. Es en esta fase donde se forman las bases de la autorregulación emocional, la seguridad afectiva, la identidad personal y la disposición al aprendizaje. Exponer a un niño o niña de tres años a un entorno escolar sin condiciones adecuadas —infraestructura, clima emocional, formación docente, materiales y proporciones adecuadas— puede generar más tensiones que beneficios.

La promesa de cobertura, sin una oferta realista y estructurada, puede producir un efecto contrario: espacios saturados, maestros sobrecargados, relaciones inestables y falta de atención personalizada. Estas condiciones tienen un impacto directo en la salud emocional de las y los menores. No se trata simplemente de tener una aula y un adulto presente. Se trata de generar contextos pedagógicos que respeten el ritmo y las necesidades de la infancia.

La infancia no puede ser medida únicamente en términos de cobertura. La calidad de la experiencia escolar en edades tempranas debe ser el eje rector. De lo contrario, el aula se convierte en un espacio de contención, no de estimulación. Y eso tiene consecuencias. No solo se afecta el vínculo inicial del niño con la escolarización, sino que se sientan las bases de futuros problemas de adaptación, frustración o desmotivación.

Como psicóloga, preocupa que muchas escuelas, como lo expresan directivos en recientes sondeos, no están preparadas para asumir el volumen ni la complejidad de esta población. Incorporar más de 500 mil niños en estas edades implica no solo espacios físicos, sino también personal capacitado en neurodesarrollo, lenguaje, vínculo afectivo y estrategias de acompañamiento familiar.

La presión institucional —la que ya sienten los equipos directivos— puede traducirse en prácticas apresuradas, poco sostenibles o desalineadas con los principios de la educación inicial. Y cuando se fuerza el proceso, los primeros en sentirlo son los más pequeños.

La expansión de la cobertura debe estar sostenida por un plan coherente y progresivo, con un horizonte de calidad. Formar docentes especializados, rediseñar espacios escolares adaptados a la infancia y ofrecer acompañamiento a las familias no es un lujo: es la única vía ética para garantizar que el derecho a la educación no se convierta en una experiencia fallida desde los primeros años.

El verdadero compromiso con la infancia no se mide en cifras proyectadas, sino en la solidez de las condiciones que acompañan cada decisión. No basta con abrir las puertas del sistema; hay que asegurarse de que, al cruzarlas, los más pequeños encuentren un entorno que los sostenga, los escuche y los respete.

Comentarios

  1. Cristina Advincola5 de agosto de 2025, 13:20

    Totalmente de acuerdo. Sin personal capacitado ni un entorno seguro y agradable lo que se estará es recopilando más caos, a futuro.

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    1. Claro! y es que en RD hay un gran problema que no solo atañe a los centros, sino, a los padres... Se cree que los centros educativos son ´´lockers´´ para depositar los niños en las mañanas y buscarlos en las tardes, y esta medida, sin preparación , lo confirma.

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  2. Muy de acuerdo contigo🙏🏻

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