Hookah en público: ¿Placer fugaz o festín de humo para los no fumadores?

En las plazas y parques, una nueva danza se ha apoderado de las tardes y noches: la danza del humo aromatizado. 

La Hookah, esa pipa de agua que seduce con aromas dulces y exóticos, ha convertido estos espacios públicos en un escenario de controversia. 

 En un rincón, encontramos a los Hookah-Lovers: Los "Instagrammers del humo": Para ellos, la pipa no es solo un instrumento de placer, sino un accesorio indispensable para capturar la foto perfecta. Nubes de humo que rivalizan con los mejores shows de pirotecnia adornan sus perfiles, creando una estética única y, para algunos, irritante. 

Los "Filósofos de la pipa": Entre bocanadas y debates interminables, estos personajes buscan la verdad en el fondo de la boquilla. La amistad se fortalece con cada inhalación compartida, creando un vínculo inquebrantable entre humo y sabiduría. 

Los "Escapistas del estrés": Olvidar las penas con aromas de mango, fresa o menta es la terapia alternativa que eligen estos individuos. El estrés se diluye en el humo, dejando espacio para la paz interior, aunque los pulmones de los que están alrededor no siempre estén de acuerdo. 

En el otro lado del campo de batalla, se encuentran los que no tragan el humo: Los "Alérgicos al humo ajeno": Ojos llorosos, estornudos y un picor insoportable en la garganta son el precio que pagan por disfrutar de un paseo al aire libre. La experiencia se convierte en una tortura, donde el placer ajeno se traduce en su propio calvario. 

Los "Guardianes del espacio público": Defienden su derecho a un aire limpio y sin olores invasivos. Para ellos, los parques no son un "Hookah-bar" al aire libre, sino un espacio para la convivencia y el disfrute de la naturaleza, no del humo artificial. 

Los "Críticos de la moda Hookah": No es el humo lo que les molesta, sino la extravagancia estética de algunos fumadores. Mangueras adornadas y boquillas multicolor les parecen una afrenta al buen gusto, una oda al exceso en un espacio que debería ser de armonía. 

La batalla campal se intensifica: Entre bocanadas y quejas, la lucha por el espacio público se vuelve cada vez más tensa. Los Hookah-Lovers claman por su derecho a disfrutar de la pipa en libertad, mientras que los anti-humo exigen un aire libre libre de olores invasivos. 

¿Solución? Encontrar un equilibrio entre ambas partes parece ser la única salida. Tal vez delimitar zonas específicas para fumadores de Hookah o establecer horarios para su uso en espacios públicos podrían ser medidas que satisfagan a ambas partes. Mientras tanto, la guerra continúa: Los Hookah-Lovers exhalan humo con la satisfacción de quien disfruta de un placer prohibido. Los anti-humo fruncen el ceño y tapan su nariz con resignación. 

En este escenario, la pregunta que queda por responder es: ¿Llegará el día en que el humo de la Hookah y el aire puro puedan coexistir en armonía? Solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, la batalla por el aire continúa.

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